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La ilusión del liderazgo que la IA acaba de romper
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Para cuando termines de leer esto, habrán nacido al menos 20 nuevas herramientas de IA (de las más de 1.000 que se lanzan cada día), cada una incorporando cientos de funcionalidades que transformarán silenciosamente —y de forma más eficiente, quizá incluso mejor que tú— cómo se trabaja en las organizaciones.
Durante décadas, liderar ha sido un arte basado en la presencia, la experiencia y la capacidad para tomar decisiones. No hacía falta tener todas las respuestas; bastaba con saber hacer las preguntas adecuadas y tomar la última palabra. El trabajo de fondo —los excels, los datos, las percepciones del cliente— se gestionaba desde capas de confianza y estructura.

Pero entonces llegó la IA.
Y aunque se introdujo con sutileza —una herramienta por aquí, un chatbot por allá— su impacto ha sido todo menos sutil. No pidió permiso. Redefinió cómo se toman decisiones, quién las toma y qué significa realmente liderar.
De repente, aquello que antes daba valor al liderazgo ya no basta. Los instintos que funcionaron durante años ahora chocan con paneles que muestran la realidad en tiempo real. Las sesiones estratégicas de dos días parecen lentas en un mundo que aprende a cada hora. Y lo cierto es que muchos nos apoyamos en hábitos que funcionaban más por el contexto que por su eficacia real. Ahora, el contexto ha cambiado.

Esto ya se nota en cualquier reunión.
Las preguntas son más directas. La pregunta “¿Qué dicen los datos?” ya no te deja ganar tiempo, te exige compartir pantalla. Las dilaciones se notan. La gente espera respuestas más ágiles, con contexto y con claridad. Y cada vez más, esperan que tú también uses las herramientas.
No estamos ante una crisis de competencia. Es una crisis de comodidad. Porque lo que la IA está haciendo, sin pausa, es desmantelar hábitos de liderazgo que se basaban en la opacidad. Ahora todo se ve. El feedback es inmediato. Y la excusa del “lo reviso y te digo algo” tiene los días contados.
Sigue existiendo cierta nostalgia por un tipo de liderazgo: esa figura que no toca la tecnología, que delega lo digital, que se ocupa solo de lo estratégico. Eso ya no funciona. Porque ahora, lo estratégico está atravesado por las herramientas. Si no estás dentro del sistema, no estás liderando nada.
Sí, hubo CEOs que construyeron grandes empresas sin saber usar un ordenador. Pero esas tecnologías estaban en la periferia. La IA está en el núcleo.
No solo cambia cómo trabajamos. Cambia qué decisiones se toman, con qué rapidez, quién las toma y cómo se conectan con el propósito de la organización. Está presente en el desarrollo de producto, en la contratación, en la experiencia de cliente, en la gestión de riesgos y en la visión financiera. No es una tendencia más. Es la infraestructura que redefine lo demás.
Y por eso, esta vez, no basta con delegar.

No hace falta convertirse en ingeniero.
Pero sí hace falta implicarse. Hacer preguntas. Probar. Entender qué puede —y qué no puede— hacer. Antes podías decir: “Eso lo lleva mi equipo”. Ahora la pregunta es: “¿Tú ya lo has probado?” Y eso, se nota.
Está surgiendo una nueva presión sobre el liderazgo.
No es estridente, pero es constante. Una tensión entre la velocidad y la perspectiva. Entre delegar y mantenerse relevante. Entre soltar… y comprometerse.
No es cómodo. Pero sí clarificador.
Porque muestra, quizá como nunca, la diferencia entre autoridad y credibilidad. Y la IA no reconoce títulos. Reconoce tracción.
Aún estamos a tiempo de adaptarnos. Pero no sobra el tiempo.
Según una encuesta de Gartner a CEOs en 2024, el 69% afirma que la irrupción de la IA generativa les está obligando a repensar el papel del liderazgo en sus organizaciones. Sin embargo, pese a este reconocimiento, la mayoría sigue abordando la IA desde mentalidades heredadas: delegando, observando, esperando que otros lideren su integración. Solo una minoría se está implicando de verdad—aprendiendo, probando, liderando desde dentro. Pero esa minoría es la que marcará la diferencia.
Los líderes que prosperarán no serán los que tenían respuestas perfectas. Serán quienes estén desarrollando músculo en tiempo real: probando, preguntando, cometiendo errores, aprendiendo en voz alta. No necesitan aparentar seguridad: experimentan. No guardan el conocimiento: lo comparten. No evitan la incomodidad: la transforman en aprendizaje.
El liderazgo está cambiando—no porque lo hayamos elegido, sino porque el mundo ya ha cambiado. Y aquí estamos. La IA ya está tomando decisiones. Los equipos se mueven más deprisa. El espejo es más nítido que nunca.Y la única pregunta que realmente importa es:
¿Estás preparado para liderar cuando ya no hay dónde esconderse?
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